El pueblo de Hontanar, en la provincia de Toledo es uno de los términos más escabrosos de los Montes de Toledo. Accesible a través de una carretera secundaria que se ofrece en las inmediaciones de Navahermosa, al acercarnos inmediatamente se nota el cambio de paisaje, abandonando el pie de monte llano y agrícola, y entrado en una zona en la que el relieve apalachense permite la existencia de valles interiores.
No es de extrañar que la vegetación sea variada, y en algunos casos nos ofrezca sorpresas como es el caso de este Tejo de la Pedriza, árbol singular de Castilla-La Mancha.
No es fácil llegar, lo cual este árbol lo agradecerá porque el exceso de visitas no es bueno. Hoy en día hay multitud de sitios web donde situarlo y tomar referencias para ir en su búsqueda, pero no quiero colaborar más allá de lo necesario en esa meta. Nos conformaremos con decir que hay una buena cuesta, para la cual hay que estar en un aceptable estado de forma, que se sube sin descanso, y que tras seguir una pista hay que hacer un poquito de campo a través.
NO es recomendable venir sin consultar antes si las actividades cinegéticas nos pueden afectar, es zona de caza mayor, y en caso de accidente no te llevarías un perdigonazo simplemente.
Al caso, subimos por la pista de la foto inferior, aquí precisamente la pendiente ronda el 13%, las vistas son muy agradables, y estamos rodeados de enebros que poco a poco irán cediendo el protagonismo a los robles. Estos enebros forman a veces unos rodales más que sobresalientes, y sus troncos son de una gran plasticidad visual.
Tras subir un buen trecho, y comprobar que estamos en la vertical en altura sobre el tejo, descendemos atravesando un terreno de piedras sueltas en medio de un robledal salpicado de restos de antiguas carboneras. Con este plan, es difícil el caminar, procuramos que los tobillos vuelvan enteros. En pocos minutos alcanzaremos a ver al Rey de la Pedriza.
Al acercarnos a él para apreciar su tronco y salud, nos introducimos en una especie de refugio natural formado por su copa. La sensación es de absoluta protección natural, dando unas ganas de sentarse en silencio a su sombra y ver pasar los minutos difícil de evitar. Como está situado en medio de la pedriza, ha logrado evitar incendios o competencias de otras especies, y ha crecido tranquilo, y así hay que dejarle. No intentemos acercarnos al tronco porque pisaremos las raíces, y mucho menos subirnos a la horquilla que a un metro del suelo divide el tronco del árbol.
En esta última foto no parece que el tronco sea muy grueso, error. Tendrá un diámetro que sobrepasa tranquilamente el metro. Para apreciarlo nos serviremos del bastón de senderismo:
El árbol abraza, y recoge las piedras, y con el paso de los siglos, porque este árbol tiene varios centenares de primaveras, al crecer las va levantando del terreno y las va haciendo suyas.
En general, la salud del árbol es buena, la acículas muestran un buen verdor, el tronco no parece ahuecado, no se aprecian ramas secas más allá de las tronchadas por el efecto de alguna nevada u otro accidente.
Para ir terminando, aquí os dejo un par de fotos que muestran el hábitat en el que se ubica.
Todas las fotos son del autor del blog, y no han sido retocadas en absoluto, ni siquiera brillo o contraste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario