
La densidad muchas veces se define como el cociente entre la masa de un objeto y el volumen que ocupa. Vale. Pero prefiero pensar que es una medida de como la materia que forma el objeto aprovecha el espacio. Si la densidad es alta, digamos 10 Kg/l, es que es capaz de aprovechar mejor el espacio que otro objeto cuya densidad sea 2 Kg/l, porque en un mismo volumen es capaz de meter más materia.
Pero vayamos a nuestra práctica, primero medimos la masa del trozo de yeso con ayuda de una báscula eléctrica, que si bien es muy cómoda de usar, su precisión es del orden de la décima de gramo. Pero nos bastará.
Una vez medida la masa, medimos su volumen por inmersión en una probeta. El procedimiento es muy sencillo, echamos agua en una probeta hasta poco más de la mitad, anotamos lo que marca, y luego introducimos con cuidado el sólido, (no sea que al caer rompa el vídrio de la probeta). De nuevo medimos lo que marca la probeta, ya que el nivel del agua ahora habrá ascendido. La diferencia de niveles nos da el volumen del sólido.

Ahora que conocemos masa y volumen, a dividir. Por cierto que para nuestro yeso protagonista, la densidad resultó 2,3 Kg/l.
La densidad es una magnitud intensiva, esto quiere decir que no depende de la cantidad de materia que tengamos, para que un objeto de composición homogénea nos de siempre la misma densidad. Quiero decir que no importa el tamaño del yeso, si la pieza es homogénea obtendremos siempre 2,3 Kg/l. Si la pieza es muy grande, lo será la masa y en igual proporción el volumen, y cuando proceda a dividir el resultado volverá a ser 2,3 Kg/l.
Las propiedades intensivas características nos permiten saber de qué están hechos los objetos. Pues si al medir la densidad del trozo de la foto hubiéramos obtenido 4,5 Kg/l, una de dos, o nos hemos equivocado en la práctica, o no era yeso. Porque el yeso va siempre asociado a un valor de la densidad. Y el oro a otro valor, y el agua a otro valor, ... Como si fuera el número de identidad.
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