Para aquellos que no sois de España, deciros que el Tajo es el río más largo de la Península Ibérica, con un poco más de 1000 Km. Que nace en la provincia de Teruel, más cerca del Mediterráneo que del Atlántico donde va a entregar las aguas a su dueño, custodiado por Lisboa. A pesar de su longitud no se trata de un río muy caudaloso, y en su mayor parte están sus aguas domesticadas por una sucesión de embalses. Precisamente el curso alto del río está libre de esta servidumbre y permite ver un río limpio y natural.
Partimos de Valtablado, a poco más de 7 Km al Sur de Ocentejo, y por un camino estrecho pero ciclable iremos haciendo Km. Todo el sendero está marcado con señales de sendero de Gran Recorrido, el que corresponde al GR-113, de manera que es casi imposible perderse.
El río discurre plácidamente internándose poco a poco en el cañón calizo que lo acoge desde casi su nacimiento. Así llegamos a la altura del conocido "Hundido de Armallones", una zona mas ángosta, con paredes que llegan a más altura. Los de "Hundido" es por los bloques prismáticos que se ven en el fondo del río, desprendidos desde los cantiles durante un terremoto. Desgraciadamente las fotos no me quedaron muy bie, así que voy a hacer uso de esta:
En las paredes calizas del cañón se ven antiguas cascadas de agua que dejaron su señal como depósitos tobáceos. LA formación de ellos es muy sencilla, y a la vez increíble, las ramas, musgo que tapizaban el cauce del riachuelo se recubren de cal, que los tapa y forma nueva roca. De nuevo sobre ella crece vegetación que corre la misma suerte. Así capa tras capa engrosa la roca y conserva la forma de aquella torrentera:
A partir de aquí por una pista de firme más cómodo recorremos un cañón más profundo, de unos 300 metros, siempre recubierto de pinos.
Y justo a la vista de esta peña, merece la pena descender al los Ojos de la Cárquima, un naciente de agua que desemboca en una cascada tobácea directamente sobre el río. Este año con las lluvias hemos tenido la suerte de ver un glorioso espectáculo:
El valle sigue ganando en profundidad según nos adentramos en él, y podemos ver los increíbles desniveles que compondrán a buen seguro un sinfín de postales que llevarnos de recuerdo de nuestro paso por estos lares.
Y así hasta llegar a Huertapelayo, situado en un valle tributario del Tajo. Huele y se escucha a pueblo de los de antes, paz, miel, y tardes infinitas en las que perderse del trajín diario.
Para mayor curiosidad, podéis bucear en el vídeo que grabé mientras tuve fuerzas para ello:
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