Casi ya se me olvidaba que un día de Julio me había acercado hasta el Cerrato palentino en busca de dos qujigos ilustres. La anterior entrada cite a uno de ellos, y ahora le toca al otro. Si el primero era un árbol sano, hermoso, con fuerza, este es todo lo contrario. Es un gigante que se nos va, que se muere. Se encuentra en una ladera desolada, por encima de un nivel de yesos, agonizando y con una gran rama partida y caida en el suelo. Por cierto con un nido de avispas en su interior.
Las vistas que se aprecian del Valle desde el quejigo son amplias y desarboladas, con el pueblo de Villavicenco tras unos chopos. Las laderas al Norte no albergan el típico pinar de repoblación, o el nuevo encinar.
Aquí podemos apreciar la herida dejada por el desgarro de la importante y gruesa rama caída al suelo. El tronco principal tiene un grosor sobre los cuatro metros, y la rama caída no era precisamente delgada.
Esta rama, con un nido de los pájaros carpinteros nos muestra el estado en el que se encuentra el árbol. Por si nos quedaba alguna duda al ver la segunda foto de esta entrada. Estamos delante de un árbol que difícilmente pondrá más historia a sus 400 años de edad.
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